miércoles, 24 de septiembre de 2008

La noche oscura del alma

La noche oscura del alma

En el proceso de liberarnos de los enredos materiales, podríamos experimentar "una noche oscura del alma", que es un severo periodo de prueba. Para fortificarnos para periodos tan difíciles, las enseñanzas esotéricas enfatizan la necesidad de estar regulado e inalterado por la felicidad o la aflicción. Cuando vivimos una vida regulada, como hemos visto, adquirimos equilibrio y aprendemos a permanecer imperturbables ante las circunstancias. Entonces cuando las dificultades vienen, estamos preparados.

Los cirujanos, paramédicos y bomberos están meticulosamente entrenados para emergencias. Cuando surge una crisis, saben exactamente qué hay que hacer. El bombero se pone botas, se desliza por el tubo, salta sobre el camión, enciende la sirena y sale a la carrera hacia el incendio. El paramédico controla los signos vitales y adopta la medida de supervivencia. Un cirujano corta en un lugar apropiado y realiza las correcciones necesarias. Por que ésta gente está debidamente preparada, no los detiene el peligro o la existencia de sangre derramada.


Pero si no estamos entrenados, o estamos entrenados incorrectamente, entonces en una emergencia nuestra mente se pone en blanco y entramos en pánico. No tenemos idea de cómo actuar. Así como un paramédico o un bombero deben ser entrenados para actuar correctamente, en una emergencia material, nosotros debemos estar concienzudamente preparados para la vida espiritual. Debemos aprender de antemano cómo controlar la crisis que se produce por nuestro deseo de gratificación de los sentidos. Si estamos bien fortalecidos con anterioridad, entonces cuando estas crisis vengan -y van a venir- inmediatamente haremos lo necesario para permanecer estables e impasibles.
En sánscrito hay un principio llamado akincana, que significa que el Señor interviene en nuestras vidas para llevarse todo. Aunque no comprendamos sus motivos en el momento, el Señor está en realidad aclarando el camino para algo más grande. No podemos recibir sus regalos a menos que antes dejemos de aferrarnos a lo que ya tenemos; frecuentemente, necesitamos un "empujón divino" para soltarlo. Cuando el empujón viene, podríamos exclamar angustiados, "OH, mi Dios, no tengo nada" pero debemos recordar en esos momentos que todo ocurre por un propósito. Si Dios no aparta nuestros antiguos apegos, El podría encontrar nuestras manos demasiado llenas para recibir las bendiciones que desea concedernos.

En las calles de nuestras ciudades podemos encontrar hombres y mujeres que no tienen casi nada, pero que se aferran ferozmente a los pocos objetos inútiles que han logrado adquirir. Estas sencillas posesiones son vitales para esta gente, quienes podrían tornarse irascibles si alguien trata de quitárselas. Aunque este comportamiento podría parecer absurdo, casi todos nosotros nos comportamos exactamente de la misma forma. Estamos tan profundamente apegados a basura inútil que no dejamos espacio para nada de mayor valor. Algunos de nosotros debemos perder todo antes de estar abiertos para recibir bendiciones superiores.

La noche oscura del alma es aquel periodo durante el cual todo parece salir mal aun cuando hemos estado tratando de vivir una vida espiritual. En tales circunstancias, podríamos estar tentados a pensar, "Hasta Dios no me ama. Canto alabanzas; estoy orando; estoy meditando; estoy ayunando; soy vegetariano; soy bondadoso con la gente; leo las escrituras; respeto a los santos; tengo un maestro espiritual. Estoy haciendo todo lo que sé que debo hacer y aún así El Señor no me ama". Pero si nos mantenemos equilibrados, este es el punto en el cual nuestra conciencia puede genuinamente madurar. Ya no estamos buscando resultados materiales de nuestra conducta espiritual, por que todas las recompensas materiales nos fueron quitadas. Si perseveramos en nuestra vida espiritual a pesar de estas dificultades, estamos aprendiendo a amar y servir a Dios a pesar de todo.

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